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Debates y polémicas en torno a la tercera dosis de la vacuna contra el Covid-19

  • 14 Sep 2021
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Mientras Francia inicia una campaña para una tercera dosis de la vacuna contra el Covid-19 en las casas de acogida para adultos mayores (Ehpad), algunos países ya generalizaron el refuerzo para el conjunto de la población con el fin de luchar contra las nuevas variantes. Una política que causa divisiones en el contexto sanitario actual, pues en el mundo todavía se mantienen grandes desigualdades para acceder a la vacuna. 

Una nueva campaña de vacunación inició en Francia el pasado 13 de septiembre en las casas de acogida para adultos mayores, mientras el país atraviesa una cuarta ola de la epidemia por Covid-19. Ante la progresión de la variante Delta, más contagiosa y resistente a la vacuna, la Alta Autoridad de Salud (HAS, por sus siglas en francés) recomendó en su informe del 24 de agosto, realizar un refuerzo de vacunación para las personas frágiles, al igual que para los mayores de 60 años a partir de mediados de septiembre. 

Si bien hasta el momento el Gobierno no ha dado indicaciones sobre una eventual generalización de esta tercera dosis para el conjunto de la población, otros países como Israel o Hungría ya dieron el paso, despertando intensos debates en un momento en el que el acceso a la vacuna sigue siendo muy desigual en el mundo. 

¿Una tercera dosis para quién?

Desde el descubrimiento de la cepa inicial del Sars-CoV-2 en diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan, los científicos han detectado varios miles de mutaciones del Covid-19 a través del mundo. Si bien la aplastante mayoría de estas variantes no presenta dificultades particulares, algunas mutaciones oponen una forma de resistencia frente a las vacunas contra la enfermedad. Es el caso de la variante Delta, llamada inicialmente “india”, que ahora es predominante en Francia. 

“Cuando uno se contagia de Covid-19 o si uno se vacuna, se desarrollan anticuerpos contra la enfermedad. Esta protección dura unos meses y luego disminuye gradualmente. La tercera dosis aumenta la dosis de anticuerpos y entonces vuelve a elevar el nivel de protección”, explica el profesor Jean-Daniel Lelièvre, jefe del servicio de inmunología y de enfermedades infecciosas del hospital Henri-Mondor de Créteil.

“Este refuerzo es aún más importante frente a las formas de variantes como la Delta que son particularmente contagiosas. La dificultad está en saber a qué público administrarla y cuándo, para que sea lo más eficaz posible”, agrega el experto. 

¿Cuáles son los públicos objetivos?

A finales de agosto, Israel lanzó una amplia campaña de vacunación para la tercera dosis, abierta a todos los ciudadanos mayores de 12 años. Desde el mes de julio, el país había permitido que los mayores de 60 años recibieran el refuerzo, y a partir de entonces le ha administrado una tercera dosis de la vacuna a varios miles de sus ciudadanos.

Si bien Estados Unidos se prepara para lanzar una campaña similar, abierta a todos los adultos a partir del 20 de septiembre, el tema despierta más reservas en el viejo continente. La Agencia Europea de Medicamentos (EMA) que actualmente estudia esa posibilidad, todavía no ha dado su opinión, pero ha dejado saber que un refuerzo para la población general actualmente no era una urgencia. 

“Hoy en día, entre las personas vacunadas se evalúa que la duración mínima de la inmunidad es más o menos de unos seis meses”, explica Gérard Dubois, profesor de salud pública y miembro de la Academia de medicina. “También sabemos que, una vez superado ese plazo, las personas mayores pierden con más rapidez esos anticuerpos, así que deben volver a vacunarse de manera prioritaria. Para las personas más jóvenes sin comorbilidades, la urgencia no es la misma y hay debate al respecto”. 

A finales de agosto, la Comisión Europea precisó que ante la ausencia de decisión, la administración de la tercera dosis caería bajo “la responsabilidad de los Estados”. Si bien varios países como Francia, Alemania, Suecia o incluso Austria actualmente quieren vacunar con una tercera dosis a su población con riesgo, Hungría es el único país del bloque en haber abierto la campaña de refuerzo de vacunación para la población general. 

¿Un asunto únicamente nacional?

Aparte del debate sobre la pertinencia de la campaña de refuerzo, la administración de la tercera dosis despierta preguntas éticas, pues todavía hay grandes desigualdades en el acceso a la vacuna a través del mundo.

Particularmente en el continente africano, donde el nivel de vacunación de las poblaciones sigue siendo muy bajo: solo el 3% de las personas han completado su esquema de vacunación. Un retraso debido sobre todo a la lentitud del programa COVAX, establecido para facilitar el acceso a las vacunas para los países en vía de desarrollo. Según la OMS, un total de 165 millones de dosis han sido llevadas al continente hasta el momento, para una población de unos 1,38 mil millones de habitantes. 

“A escala de un país, es posible concebir que las autoridades sanitarias propongan una tercera dosis para las poblaciones con mayor riesgo, para evitar un colapso hospitalario. Sin embargo, vacunar de manera integral a una población con una tercera dosis mientras que hay países enteros que no tienen acceso a la primera claramente no es una estrategia sanitaria sensata”, considera Jean-Daniel Lelièvre.

“Quien piensa en pandemia, piensa en estrategia mundial, y una política sanitaria estrictamente nacional no puede vencer al virus”, resalta Gérard Dubois. “No obstante, es verdad que las implicaciones hospitalarias, médicas y económicas son tantas que los dirigentes están obligados a poner todo en marcha para proteger a sus poblaciones. Tanto así, que muchos de ellos han sido criticados por su falta de anticipación en esta crisis. Hoy en día, la pregunta por la tercera dosis es un cálculo político muy difícil”. 

A principios de agosto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) hizo un llamado para aplazar el uso de las terceras dosis hasta finales de septiembre, para reducir la abismal distancia en el acceso a la vacuna entre los países ricos y los países pobres.

Un mes después, su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, fue contundente: “No me quedaré en silencio mientras las empresas y los países que controlan el abastecimiento mundial de vacunas piensan que los países pobres del mundo deben conformarse con los restos”.

Por su parte, el presidente estadounidense, Joe Biden, prefiere hacer hincapié en los 114 millones de dosis enviadas a los países en desarrollo, convirtiendo a Estados Unidos en el primer donante mundial de vacunas contra el Covid-19.





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