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Arias: la audacia y la energía de un abogado soñador

  • 07 Mar 2019
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Fundador, junto a su padre, de una de las firmas legales más prestigiosas de Centroamérica, con más de 75 años de trayectoria, Armando Arias considera que la vida lo ha llevado lejos, ha superado sus expectativas más audaces. “Más allá de lo que me hubiera podido imaginar”, sonríe.

En una de las salas de reuniones de Arias hay un espacio destinado para los premios y reconocimientos. Es difícil contarlos, son demasiados. Los hay de diferentes formas, colores y tamaños. También de diversas procedencias: europeos, americanos, latinoamericanos, centroamericanos, salvadoreños.

Pero en una plática con Armando Arias, de 68 años, es difícil hablar por más de dos minutos de este tema. En lugar de destacar que fue premiado como el Mejor Abogado de Fusiones y Adquisiciones de América Central o que fue Firma del Año en la región, destaca aquellos que los han calificado como el mejor lugar para trabajar o el de mejor servicio al cliente.

“Yo creo que los reconocimientos y premios vienen por añadidura, pues solo llegan fruto del esfuerzo que hacemos todos los días”, dice. Por eso, cuando habla de sus inicios en el campo del Derecho, de su padre como principal guía y mentor, de cuánto cree en reciprocar y de cómo a través de las gremiales ha servido a su país, una cálida sonrisa se dibuja en su rostro.

En su infancia lo marcó el deporte, el estudio, la religión. De allí adquirió la disciplina, la estructura, la mente y cuerpo sano. De adolescente decidió seguir los pasos de su padre, un santaneco de origen humilde que estudió Derecho, fundó la firma en 1942 y ocupó varios puestos en el gobierno.

Se incorporó al bufete familiar en 1976 como algo natural, sólo después de haber probado el sabor de los trabajos externos, como su mentor se lo demandó. Se graduó en 1978 de la Universidad de El Salvador, y desde entonces se produjo una fusión perfecta entre la experiencia y la sabiduría de su padre y la audacia y la energía de un joven soñador.

Pero convertirse en una firma de 400 colaboradores, entre ellos 180 abogados; y con presencia en Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá no llegó de la noche a la mañana. “Al principio llegaba muy poca gente a vernos, pues a mi papá lo veían como a un funcionario público que había estado desconectado de la profesión, y yo era un simple estudiante”, comenta Arias.

En tiempos que escaseaban los contratos, Arias recuerda que en una ocasión alguien tocó la puerta del despacho. Ellos se apuraron a abrir creyendo que era un cliente el que llegaba. Para su desilusión se trataba de alguien que andaba perdido y llegaba a preguntarles por una dirección.

Pero poco a poco las puertas del despacho se abrían para recibir a nuevos interesados en sus servicios. Eran tiempos en que los abogados no buscaban a los clientes, sino que estos llegaban donde los juristas referidos por otras personas.

En ese sentido, el negocio de una firma no ha cambiado mucho. Los clientes de un bufete llegan referidos por otros, algo así como: “en Centroamérica trabajamos con Arias, y nos dan un buen servicio. Una reputación basada en altísimos principios éticos y morales”, señala.

Él define a Arias como una firma de práctica general. Lo que realmente no hacen es derecho penal. En el bufete se han esforzado por especializarse, por tener un abogado en cada rama, como litigios, derecho laboral, corporativo, bancarios, fusiones y adquisiciones, impuestos, entre otras.

Su mejor pago es cuando los clientes comentan haber recibido un servicio más allá de sus expectativas. Para lograrlo, dice, le apuestan a la formación y especialización de sus colaboradores. En la actualidad, algunos estudian maestrías y postgrados en Europa, Estados Unidos y Sudamérica. Además de contar con apoyo económico, gozan de licencias para luego regresar a sus trabajos con estudios finalizados.

Su aporte a la sociedad

Una etapa gratificante y de mucho valor para su vida es el haber dirigido algunas gremiales, tal es el caso de la Asociación Bancaria Salvadoreña (ABANSA), en donde por ocho años le tocó moderar, coordinar la parte institucional y regulatoria del sector bancario e impulsar proyectos de ley como la Ley de Tarjetas de Crédito y la Ley contra la Usura.

Uno de sus mayores orgullos es haber potenciado un programa de educación financiera, que les permitió capacitar a unas 25 mil personas en el uso de los servicios bancarios y sus finanzas personales. “Me enfoqué mucho en que la banca se percibiera más humana para la población”, cuenta Arias, con el orgullo de haber sido el único que ha ocupado ese puesto aún sin ser presidente bancario.

También fue presidente de la Cámara Americana de Comercio de El Salvador (AmCham) y de la Asociación Azucarera de El Salvador. ¿Por qué lo han elegido para ocupar cargos en gremiales ajenas a su sector? “Los abogados tenemos la fama de ser pleitistas, pero yo creo más en la conciliación, en que hablando se entiende la gente”, sostiene.

Sobre si el tener un padre abogado le marcó su éxito como empresario y jurista de reconocimiento internacional, él no duda al contestar. “Mi padre era como la brisa, que es refrescante pero no molesta, yo no fuera lo que soy sin mi papá. Era un hombre sabio, prudente, sencillo, humilde”.

Ese ejemplo de vida lo ha marcado para siempre, y lo ha llevado a compartir sus bendiciones con los demás. Tal es el caso de una clínica médica que funciona los fines de semana en Tacuba, Ahuachapán, y que ofrece servicios de consulta y medicina gratis a quienes no pueden pagar.

“A uno lo marca lo que ha recibido en su infancia y en su juventud”, dice Arias. A los jóvenes que se están formando como abogados les aconseja que solo deben tomar aquellos casos que estén convencidos que vale la pena tomar, y que el dinero no lo es todo en la vida, que una conciencia tranquila es mucho más valiosa. “Las cosas llegan más tarde, pero uno duerme tranquilo”, agrega. 

Por ahora, Arias ha iniciado un proceso de transición, que le está sirviendo para hacer los relevos necesarios, lo mismo que su padre hizo con él. Está desarrollando ese proceso en cada país, en donde ya está logrando la autonomía de los socios. “Yo me quedo a ser el guardián de los valores de la firma, procurando que esta no se desvíe”, finaliza.



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