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La lucha contra el VIH: de una sentencia de muerte a una dolencia crónica

  • 01 Dic 2021
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Se cumplen 40 años desde que se detectaron los primeros casos de SIDA, la enfermedad provocada por el virus de inmunodeficiencia humano (VIH). Desde entonces, los tratamientos antirretrovirales han avanzado de tal manera que permiten que una persona viva con VIH sin mayor problema. Sin embargo, estos tratamientos no son accesibles para toda la población que vive con el virus y la vacuna todavía se vislumbra como una posibilidad lejana.

El optimismo y la prudencia inundan un día como el primero de diciembre, cuando se conmemora de manera internacional la lucha contra el VIH y el SIDA. Los avances logrados en cuatro décadas son innegables: el 84% de las personas que viven con el virus tienen un diagnóstico, el 87% de estas personas tiene acceso a tratamientos antirretrovirales y el 90% de los que están en tratamiento han logrado suprimir su carga vírica, es decir que no contagian el virus. 

Son logros encomiables que, sin embargo, no completan del todo los objetivos de los organismos internacionales para 2020. Además, la llegada de la pandemia de Covid-19 ha supuesto un duro retroceso para los diagnósticos y el acceso a los tratamientos, lo que hace pensar a la Organización Mundial de la Salud (OMS) que la meta de erradicar el SIDA para 2030 no se cumplirá. 

Por ejemplo, en América Latina los contagios de VIH aumentaron un 21% desde 2010, según cifras de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). En cambio, las muertes por causas relacionadas con el SIDA se redujeron en un 10%, algo que indica el funcionamiento de los tratamientos. 

Sin embargo, estos tratamientos tan básicos para desactivar la amenaza que supone el VIH no son accesibles para todo el mundo. En el continente africano, uno de los más golpeados por esta enfermedad, solo el 66% de la población que vive con VIH puede medicarse con antirretrovirales, los fármacos que evitan que la infección de virus se convierta en enfermedad y que provocan que el VIH no se transmita a otras personas.

Por otro lado, la PrEP, el tratamiento preventivo que evita el contagio del virus especialmente en poblaciones con factores de riesgo, tampoco se administra de manera regular, a pesar de que se ha demostrado su efectividad en reducir la prevalencia de la enfermedad. Sin ir más lejos, en Estados Unidos, solo el 8% de afroamericanos con VIH acceden a la PrEP, mientras que el 63% de los blancos lo hacen. 

Pero más allá de los tratamientos, cuya evolución ya ha logrado un impacto enorme en el mundo, la comunidad científica trata de buscar una vacuna desde hace años. Sin éxito: el VIH tiene una capacidad de mutación diez veces superior al virus del Covid-19, por ejemplo, y logra eludir los anticuerpos y las vacunas de una manera temible. 

Por ahora, solo hay un estudio en fase clínica III (la última), desarrollada por Johnson & Johnson, que consiste de cuatro dosis y que obtendrá resultados en los últimos meses. Por otra parte, Moderna inició en agosto de 2021 la fase I de sus ensayos clínicos con una vacuna de tecnología ARN mensajero, parecida a la vacuna contra el Covid-19.

Las perspectivas más optimistas consideran que podría existir un inmunizador para 2023.



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